martes, 1 de septiembre de 2015

Me caga la veintena

Nuestros padres tenían razón: los adolescentes se creen dueños del mundo, pero no hacen una mierda por él. Cuando recuerdo mi adolescencia pienso en la morra flaquísima que siempre usaba pantalones negros que nunca se lavaron, que fumaba Delicados como si su vida dependiera de ello y que se enredaba con cualquier perdedor de pelo largo. Es triste pensar en todas las cosas que hacemos de morros para encajar, todos finjiendo para que otras personas falsas acepten lo que aparentas ser. Cuando nadie me veía, hacía como que tiraba las colillas de cigarros al piso, pero en realidad me las guardaba en el bolsillo para cuando encontrara un bote de basura; pasaba a la oficina de mi profesor de Biología y le preguntaba sobre su vida, le contaba sobre mis materias y él me regalaba Gansitos congelados. 

Desde siempre he tenido buenos modales Buen día, adelante, pase usted, que tenga un buen día, por favor, le agradezco mucho, ¿gusta sentarse? Siempre fui una muchacha bien educada de provincia jugándole a la verguitas. Cuando llegué al Distrito Federal tenía 13 años, jugaba a los Sims, usaba labial con glitter y jamás había besado. Mi primer noviecito me ponía el cuerno con otras dos y me decía que me acostara con él. Duramos una semana. En el primer día de clases defendí al niño feo, gordo y chaparro del salón y se la agarraron contra mí. En esta ciudad, si no te pones chingón te lleva la chingada. Y yo me puse chingona. 

Cuando somos adolescentes, todos, sin excepción, somos lo peor. Nos creemos dueños del mundo, dueños de nosotros mismos, de lo que hacemos, pero las responsabilidades se pasan por la cola. Cuando llegamos a los veintitantos todo se pone peor: el acné quiso quedarse un rato más alojado en tu cara, un faje ya no basta, engordas con sólo ver un comercial de Burger King en la televisión y lo peor: tus padres te siguen tratando como el niño irresponsable que fuiste, pero te exigen que, en cuanto soplas las 20 velitas, te conviertas en un adulto, que seas maduro, responsable y la cagues menos. Amigos, algunos nacimos para valer verga. Sorry, mom.

La veintena es lo peor, te prometen que será fabuloso, que serás independiente, que al madurar verás las cosas distintas. Y es cierto, cuando maduras (porque tú así lo quisiste) la vida cambia y se vuelve más ligera que el montón de facturas que hay que pagar, porque eso hacen los adultos, compran cosas que no podrán pagar, tienen hijos que no saben cómo criar, quieres ponerte tacones pero llevas toda tu vida usando los mismos Converse, sales de la universidad y quieres verte profesional para encontrar un trabajo decente, pero no sabes mas que de denim y camisetas de algodón. La vida se aligera, pero sólo cuando te das cuenta de que lo que haces lo haces por el mero gusto de hacerlo. 

Me caga la veintena, porque la gente te sigue diciendo qué hacer pero tu tienes la responsabilidad de eso que ellos te dicen que hagas (¡¿Y quiénes son ellos?!). Si cuando eras chava te encantaba ligar en fiestas y putear durísimo, en la veintena ya está mal, es inmaduro, tu cuerpo es tuyo pero pues, ya no estás para esas cosas, ya eres un adulto. En la veintena te das cuenta de que tienes amigos que jamás lo fueron, que quizá estuvieron bien para matar clase o emborracharte en fiestas, pero que a la hora de necesitarlos se desaparecen sin dejar rastro. En la veintena ya tienes que preguntarle a las morritas su edad, tienes que aprender a cocinar, a echarte un polvo sin enamorarte, a sonreír por deber, a cuidar lo que comes, a elegir con cuales drogas te quedas, a hacer lo que le gusta a tu pareja porque se convirtieron en siameses. 

Quizá lo malo no es la veintena, sino el cómo la manejamos. Le echamos la culpa a la sociedad por manipularnos y decirnos qué hacer, pero nadie sabe quiénes son esos que dictan las normas de la veintena. Pero si nos creíamos bien vale madres de chavos, ¿porque no serlo de verdad cuando cuemples 20? Pero hablo de un valemadrismo chido, de un Me gusta ser así y si no te gusta, ve a decirle a alguien a quien sí le interese prestarte atención. Hacer lo que según está bien (aunque sea ser un pendejazo) es cansado, la vida no siempre dura tanto como planeamos, pero si vas a ser un pendejazo, sé el pendejazo que tú sueñas ser.

No sé, creo que lo que me caga no es en sí la veintena, sino lo que me está trayendo. Me caga que me digan Cógetelo, pero no de esa forma, hazlo así, Ya tienes IFE, puedes beber sin pedos, ah, pero no la cagues en la fiesta o todos van a juzgarte, O sea, está padre que trabajes, pero como que eso no te va a dar de comer, Oye, es que no es sano que te acuestes y te levantes tan tarde, te va a hacer daño, No, no comas eso, tiene mucha grasa y ya estás muy gordita. Neta, ya chole. ¿Para qué hacemos lo que la gente pedorra quiere? ¿A quién se supone que mantenemos contentos jugando al adulto veinteañero? La veintena dura sólo 10 años y no vale la pena pasarla fatigado, para luego saludar a los 30 y que te cuestionen cuándo pondrás a trabajar ese útero o pa'cuándo la boda. Ay, no.



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