domingo, 21 de junio de 2015

La lista

A principios de junio tomé la decisión de darme un año sabático, desentenderme de la escuela por completo durante todo un año. El plan era: dejar la escuela ese tiempo, conseguir un trabajo de lo que sea para poder tener algo de dinero, irme a tomar terapia para poder sobrellevar los duelos que he ido prolongando durante un año y volver a conocerme para encontrar quién y cómo soy. No fue algo que decidiera como Ay, ya, no quiero saber de la escuela, luego veo qué hago, sino que fue una decisión que debía tomar porque ya estaba muy contaminada de ese ambiente, de ese hacerle como que soy así (aunque no engañaba a nadie, todos sabían que yo no era así, porque luego se me salía lo bueno más que lo malo). Hoy me doy cuenta de que tomé la mejor decisión que podía en este momento de mi vida.

Hace una semana, el jueves pasado, me reuní con dos de mis mejores amigas para dormir en casa de una de ellas. Hicimos la pijamada más femenina de la vida y fue de lo mejor. En cierto momento de la noche (creo que después de pintarnos las uñas) yo les conté que me sentía como la peor de todas porque tengo 22 años y no estoy nada feliz con la vida que tengo, porque no hago nada de lo que sueño o quiero, no soy la persona agradable que me gustaba ser y eso no ayudaba en nada a no deprimirme. Estaba sobreviviendo y no viviendo. Le dije a Mariana, que tiene 20 años, que ella era más chica y estaba llevando su vida de forma tan buena porque estaba haciendo todo lo que le gustaba y que eso me ponía triste al comparar su vida con la mía. Mi otra amiga, Kattia, pensó lo mismo de su vida. Mariana dijo que sólo bastaba con querer cumplir sus sueños y hacerlo, entonces pensamos en todas esas cosas que queríamos hacer antes de morir y todas aquellas que jamás debíamos dejar de hacer porque nos hacen lo que somos y sobre eso es la felicidad. 

Hicimos la lista en ese momento. Fue mucho más sencillo hablar de lo que queremos hacer antes de morir y pusimos desde cosas simples como tener un perro de tal raza, aprender a manejar, fiestear durísimo, modificar tu cabello de una forma que te aterra un poco pero que en verdad quieres probar; hasta cosas más serias como viajar a tal y tal lugar, conseguir un trabajo que en verdad ame, casarme con alguien que haga esto, conseguir un grupo de amigos para toda la vida.  Fue la mejor idea que pudimos tener, porque ahora tenemos muy presente todo eso que queremos y que debemos hacer, obligatoriamente para nuestro crecimiento personal, antes de morir (que esperamos sea bastantes años después para que nos dé tiempo de todo).

Una semana después del comienzo de esa lista, puedo decir que voy bastante bien: me aceptaron como colaboradora en una revista digital que saldrá a finales de julio (y se presentará en sociedad en noviembre o algo así. Ya les contaré), en dos semanas iré a ver lo del Call Center de medio tiempo para tener dineros y tiempo para gastarlo, Kattia y yo hemos estado haciendo ejercicio por las mañanas, ayer estuve a nada de rescatar un bello perro salchicha (que se me escapó porque estaba muy asustado tratando de que no lo atropellaran y corrío muy veloz con sus pequeñísimas patas de perro enano) y estoy tratando de darme la oportunidad de conocer a alguien, o sea, un vato chido, pero me sigo resistiendo muchísimo porque siento que en este momento lo mejor sería disfrutarme y conocerme a mí y después ver quién sabe de qué color son los aguacates. Ah, y quizá pronto me vean con el cabello todo blanco. 


domingo, 14 de junio de 2015

Sanación

Suelo tener cajas de cartón donde meto cosas; tengo una que es para lo que me regalan las personas, otra donde metía todo lo que tenía que ver con un exnovio, una donde pongo todas las cosas que me parecen vistosas, una gran cantidad de cajas en donde van a parar todas las cosas que podrían servirme en algún momento. También tengo una enorme colección de frascos de vidrio: para flores secas, para moscas muertas, para peces muertos, para poner agua y glitter, para mis dinosaurios de plástico, para meter mis pinceles.
En general se puede decir que me gusta guardar cosas en donde las pueda encontrar. El problema es que cuando se trata de la vida, generalmente no sé cómo organizar todo. Por eso es que estoy aquí. 2013 y 2014 fueron dos años pésimos para mí, fue como si agarrara los frascos en los que organizo mi vida, los metiera en una caja y alguien me empujara mientras cargo esa caja. Los fragmentos de mi vida, de quien soy, se revolvieron todos, unos no los encuentro y otros se clavaron en mí dejando algunos raspones y heridas.
Por eso estoy aquí, para sanarme y buscar quién soy (vaya, tento 22 años y unas 6 crisis de identidad). El plan es compartir con ustedes, gente que tiene un rato de ocio, un poco de lo que me gusta, de lo que intento ser y de lo que me pasa. Hoy en día, como me dijo una amiga hace poco, la vida de las personas se ha vuelto un espectáculo al que cualquiera puede acceder, compartimos todo lo que nos pasa, publicamos fotografías para que nos vean, hablamos de lo que hicimos en el día, con quién y dónde estuvimos y nos bañamos con el juicio de las personas que tienen acceso a nuestro espectáculo personal.
Soy Margarita, me dicen Pudín, tengo veintidós años justo ahora y lo único que puedo ofrecerles es un pedacito de esta sanación que pretendo hacerme o un boleto de palco para mi espectáculo.